Problema: se rompen uno o los dos meniscos. La rotura puede ser aguda (después de un giro brusco o un traumatismo) o degenerativa.
Aguda: el paciente identifica el momento exacto en el que apareció el dolor.
Degenerativa: el dolor aparece progresivamente y sin causa aparente.
Síntomas: en ambos tipos de rotura aparece dolor en la interlínea articular (el espacio entre la tibia y el fémur), interna o externa.
Aguda: puede aparecer derrame articular, bloqueo e incluso sensación de inestabilidad.
Degenerativa: no suelen aparecer los síntomas descritos en la rotura aguda.
Diagnóstico: es importante la sospecha clínica. Habitualmente solicitamos Rx (radiografía) en carga para comprobar el estado de la articulación y valorar los posibles pinzamientos articulares. El diagnóstico definitivo suele realizarse con RM (resonancia magnetica).
Tratamiento: cuando tenemos un diagnóstico de certeza, nuestra actitud varía según el tipo de rotura.
Aguda: por lo general y, sobre todo, en pacientes menores de 45 años, el tratamiento será quirúrgico, mediante artroscopia de rodilla. Según la forma y la localización de la rotura, se quitará una parte del menisco o se reparará. Rara vez es necesario quitar todo el menisco.
Degenerativa: por lo general y, sobre todo, en pacientes a mayores de 45 años, optamos por un tratamiento conservador mediante infiltraciones con corticoides y rehabilitación. Se pueden poner hasta 3 infiltraciones en cada tanda.
Recuperación:
Aguda: la recuperación completa tras la artroscopia de rodilla ronda las 6 semanas.
Degenerativa: es muy variable, aunque el problema suele resolverse en el primer mes.